Durante cuatro años se limitaron a gastar lo imprescindible para su supervivencia, no fueron al cine, ni a bares, no se hicieron regalos en aniversarios y onomásticas, conservaron el viejo y voluminoso televisor, seguían utilizando la misma ropa que cuatro años atrás, no salían con sus amigos y de vacaciones, nada de nada, por supuesto. Todos aquellos sacrificios eran imprescindibles para evitar que los gastos les desviaran de su objetivo. En varias ocasiones pensaron abandonar, sobre todo cuando comprobaban que cuando estaban a punto de reunir el monto necesario para comprar el turismo deseado, este subía de precio y había que seguir escatimando aún un poco más en su, ya espartana, existencia. Cuando un día llamaron al concesionario y el solícito comercial que los atendía, desde hacía cuatro años, les confirmó precio y existencia del modelo y color que deseaban, después de comprobar que ya disponían de la totalidad del precio, suspiraron y se sintieron inmensamente felices. Co...