Un duro vuelo
Observó la senda de aproximación, la conocía como la palma de su mano, pero no podía confiarse. «Es en los aterrizajes fáciles en los que te estrellas —solía decir—, este trabajo no se puede convertir en rutina». ¡Por fin! Destino a la vista. Miro atentamente por si hay algún otro que vuele por las inmediaciones. Fue un vuelo duro y agotador, a pesar de que ese trayecto: Damasco a Bagdad, era bastante frecuente. En esta ocasión tuvo que esquivar un simún, lo que le costó mucho tiempo y esfuerzo. Afortunadamente pudo ver a tiempo el inmenso frente de nubes anaranjadas que se le aproximaba y voló esquivándolos, lo que significó triplicar el tiempo del viaje. Observó la senda de aproximación, la conocía como la palma de su mano, pero no podía confiarse. «Es en los aterrizajes fáciles en los que te estrellas —solía decir—, este trabajo no se puede convertir en rutina». La trayectoria de aproximación, tras unas leves correcciones, era buena. La realizó como le ha