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Mostrando entradas de julio, 2018

El tablero de Oui-ja. La revelación.

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  Marta deposita el tablero de oui-ja sobre la mesa con delicadeza. La sencillez de su diseño les aleja de fuerzas ocultas o espiritistas, y les anima con mayor temeridad a experimentar con el aparato, sin vislumbra la sorpresa que les acarreará.

El tablero de Oui-ja. La sesión.

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  "Incomunicados": En la entrega anterior...  "—¿Os habéis dado cuenta que llevamos casi un día sin móvil y no pasa nada? —Preguntó Simón y aunque la pregunta no era retórica, nadie respondió. Aún no sabían lo pronto que les haría falta un teléfono".

El tablero de Oui-ja. Incomunicados.

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  Libres del polvo del garaje y medianamente secos, vuelven a sus habitaciones a prepararse para ir a comer al pueblo. Desde cualquier rincón de la casa puede oírse la discusión entre Nuria y Alberto en la que este le llamaba puta por habérsele pasado por la cabeza bañarse desnuda. El tablero de Oui-ja. Incomunicados. Tercera entrega. Como a Rubén la comida no le había absorbido la atención, reparó en un viejo televisor arrinconado tras botellas de ignotos licores y pidió al cantinero que lo conectara. En el bar cuando preguntaron dónde estaba el comedor el propietario señaló con un movimiento de cabeza las tres mesas agrupadas entre la barra y la parte del local destinada a pequeño bazar de todo tipo de artículos… a excepción de los que ellos buscaban esa mañana. Decididamente sus necesidades no coincidían con las de los habitantes del pueblo. Eran unas mesas de madera maciza, las mismas en que vieron jugar al dominó la tarde anterior y unas sillas de enea. Un agradable aroma de comid

El tablero de Oui-ja. El baño.

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  Un extraño objeto impedía la apertura de la puerta del garaje, un tablero de oui-ja parecido a un parchís. Resuelto el contratiempo deciden quitarse el polvo del camino con un baño en el río. Pero no tienen bañadores...  El tablero de Oui-ja. El baño. Segunda entrega.   —Esta noche podemos tratar de comunicarnos con algún muerto —propuso Quique. Nuria que se había atrevido a tocarlo retiró la mano bruscamente y dio un paso atrás al oír lo planteado por Quique. Precipitadamente todos se arremolinaron en torno a él que, ignorando la evidente repulsa que le producía a Nuria, sacó de la caja un tablero de plástico color crema, poco coherente con las tétricas cualidades que se le atribuían y en el que figuraban letras números y algunas expresiones coloquiales básicas. Sacó también un aro de plástico negro que en una de sus caras llevaba incrustadas cinco bolas de acero para que se deslizara con más facilidad. El color del tablero hizo que Nuria relajara su posición. —Parece un parchís rar