El tablero de Oui-ja. La revelación.

 

Marta deposita el tablero de oui-ja sobre la mesa con delicadeza. La sencillez de su diseño les aleja de fuerzas ocultas o espiritistas, y les anima con mayor temeridad a experimentar con el aparato, sin vislumbra la sorpresa que les acarreará.

 




El tablero de Oui-ja. La revelación. Quinta entrega.



Rubén inició la sesión tras una somera explicación de lo que, según él, debía hacerse.
En todos los puntos de su introducción fue apoyado por cabezazos de asentimiento de Quique, que pretendió dárselas de experto en el tema sin lograrlo. Todos posarían el dedo índice sobre el círculo de plástico negro que colocarían sobre un signo, muy esquemático, con apariencia de cruz solar, situado en el centro del tablero. Se formularía una pregunta y dejarían que las fuerzas actuantes hicieran el resto. Pidió encarecidamente que nadie tratara de guiar el círculo hacia algún signo concreto.
Adoptaron la posición acordada y Rubén formuló la pregunta.
—¿Hay alguien ahí? Si es así, manifiéstate.
Rubén, como buen histrión que era, engoló exageradamente la voz y consiguió el efecto contrario al esperado: sus compañeros estallaron en carcajadas, a las que acabó uniéndose.
Tras varios intentos de iniciar la experiencia con idéntico resultado optaron por hacer un descanso. El receso lo acompañaron con unas copas de un orujo que Simón descubrió en una alhacena que parecía no tener fondo.
Se reunieron de nuevo alrededor del tablero. Al contrario de lo que cabría esperar la experimentación se reanudó con más seriedad aunque sin Marta, que súbitamente dijo sentirse cansada y se quedó contemplándolos desde un deteriorado diván.




—Toma nota V, E, N, M, A, R, T…
— ¡Quique no hagas el idiota! Por favor… con estas cosas no jueges…
—Nadie está jugando… toma nota A, Q, U, I, E, R, O, H… se ha parado… ya vuelve A, B, L, A, R, T, E,



Pocos minutos después y tras varias preguntas a las que no les llegó respuesta, mientras permanecían a la espera de que Rubén enunciara una nueva interrogación sintieron que el anillo tendía a desplazarse y ante el asombro de todos lo hizo desprendiéndose por el camino de algún dedo.
—¡Que alguien anote las letras! —Gritó Quique.
Marta se levantó y fue al trinchante que había junto a la chimenea. De un cubilete rebosante de lápices y bolígrafos, cogió uno de estos, no funcionaba, otro, tampoco, se decidió por un mordisqueado lápiz y tomando el primer papel que encontró, que resultaría ser la factura de los gastos del entierro de su abuela, se dispuso a anotar.
—Decir las letras…
—T, A, U, N, A… se ha parado… espera, espera, que empieza de nuevo… N, O, T, O, D, O, S…
—No tiene sentido, eso no significa nada.
Levantaron los dedos dejando el redondel sobre la S y se aproximaron a Marta.
—Al final se entiende la palabra todos, pero lo anterior tauna no significa nada no te habrás equivocado al anotar y la primera será una S entonces sería “sauna todos”.
—No, no se ha equivocado, lo recuerdo perfectamente, la primera letra que he dicho era T. ¿Alguno de vosotros empujó la rueda hacia alguna letra?
El silencio fue la respuesta. Volvieron al tablero.
—Ahora anotaremos desde el principio y solo los signos que estén claros. Antes ha funcionado sin preguntar, así que ahora tampoco preguntaremos.
Quique se había erigido en el director de la sesión, sin que nadie se lo discutiera. Hubieron de esperar más de diez minutos para que el redondel se moviera y cuando lo hizo todos tenían los brazos entumecidos. Las primeras marcas fueron confusas y se desecharon, después les llevó al centro y empezó de nuevo.
—Toma nota V, E, N, M, A, R, T…
— ¡Quique no hagas el idiota! Por favor… con estas cosas no jueges…
—Nadie está jugando… toma nota A, Q, U, I, E, R, O, H… se ha parado… ya vuelve A, B, L, A, R, T, E,
—Como broma os habéis pasado varios pueblos, ahí os quedáis…




En esta ocasión el arete no se hizo de rogar y pronto empezó sus desplazamientos por el tablero señalando con soltura cada una de las letras



Dejó caer papel y lápiz sobre la mesa y se marchó, pero Quique le cortó el paso y le pidió con una seriedad que la desarmó:
—Por favor Marta, únete al grupo y, si quieres me aparto, así sabrás que no es ninguna broma mía, parece que, quien quiera que sea, quiere decirte algo.
Se miraron, ambos parecían a punto de estallar en sollozos, aunque las razones fueran distintas, ella aflojó la tensión y él con toda la delicadeza de que fue capaz la acompañó al puesto que antes ocupó en la mesa.
—Por favor Marta… por favor… no quiero quedarme con esta duda…
A Marta no le hacía falta que Quique se esforzara mucho en convencerla, su innata curiosidad solo precisaba un leve impulso para volver a situar el dedo sobre la rodaja y la formal petición de Quique colmaba sus necesidades.
Ocupó su lugar en la mesa. Sentía un tremendo vacío en el estómago y sintió como se le erizaba el vello de todo su cuerpo.




Nadie de los que estaba allí sabía que su madre, cuando quería mostrarse cariñosa con ella la llamaba Natita



En esta ocasión el arete no se hizo de rogar y pronto empezó sus desplazamientos por el tablero señalando con soltura cada una de las letras, mientras Rubén las dictaba a Quique.
—N, A, T, I, T, A… Q, U.
—Ya empieza a decir tonterías otra vez… —interrumpió Quique.
—Calla y sigue anotando… —Marta no le dejó seguir.
—I, E, R, O Q, U, E, P, E, R, D, O, N, E, S, A, T, U, P, D, R, E, P, O, R, L, O, Q, U, E, H, A, H, E, C, H, O.
Marta supo desde las primeras letras que no se trataba de ninguna broma, nadie de los que estaba allí sabía que su madre, cuando quería mostrarse cariñosa con ella la llamaba Natita, que era como Marta se autodenominaba, cuando empezó a hablar con su lengua de trapo. Eso solo lo conocían sus padres, porque a ella esa anécdota la avergonzaba y nunca la refirió fuera de aquel círculo. Se apartó de la mesa y quiso llegar hasta el diván pero antes de llegar cayó desmadejada.


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