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Mostrando entradas de octubre, 2018

Exhaustos

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Había amanecido cuando nos postramos jadeantes. Nuestros desnudos cuerpos habían soportado más de lo jamás soñado. Fue una noche frenética, rezumábamos sudor, estábamos exhaustos, pero gozosos, habíamos apurado todas las habilidades de nuestros cuerpos, sentimos vibrar hasta la última célula de nuestros organismos en el momento en que alcanzamos por primera vez, aquello tan deseado, tan buscado, acabábamos de alcanzar la culminación de nuestras vidas. Nos miramos, sobraban las palabras para mostrar nuestra felicidad, aunque lo habíamos hecho desoyendo la prohibición de nuestros padres. Por primera vez nos sentíamos adultos. Ahora, con los perros al otro lado de la valla, mi hermano y yo nos vestiríamos y volveríamos a casa con las peras robadas en casa de la marquesa. “Comprimidos para la memoria o recuerdos comprimidos” Si te ha gustado este relato puedes leer nuevos y más extensos en mi libro “Comprimidos para la memoria o recuerdos comprimidos”. Consíguelos en

De compañeros y sin embargo, amigos...

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Esto es lo que dicen algunos amigos sobre los recuerdos comprimidos de mi memoria : Alberto, he leído tu libro "Comprimidos para la Memoria". Está escrito con una sencillez que te hace vivir las historias, se podría decir cotidianas de la vida y frustrantes, y que tú has dejado cortas. Quiero decir que me dejaste con las ansias vivas de seguir con varias de ellas. Ej. "Ese pobre hombre que deja a su gran amor por una atrevida e interesada e insensata buscona". Todavía me duele. SHIVA CASTELLANOS Crudo, conciso y preciso; pinceladas de ternura. Me gusta como escribes Lumbre Alberto Giménez. Mi aplauso más sincero!!!??????? GUDEA DE LAGASH Me confieso un apasionado de los relatos de Max Aub y Julio Cortázar. Admiro la capacidad de reflejar la vida y sus consecuencias en tan breve y comprimido espacio de tiempo. A mi lista de Aub y Cortázar, le he sumado a Lumbre , Alberto Giménez Prieto. PEDRO ARAQUE   Dónde puedes comprar Comprimidos para la memoria:

Por poco

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«Sonreía cuando volvió por tercera vez de la puerta. Pidió urgentemente otro whisky y mientras se lo traían hurgó en el escote de su compañera» En cuanto palpó el bolsillo de su americana supo que tendría problemas. Pudo evitarlos, levantándose y saliendo de la boîte , pero no quiso. Tampoco renunció a que una “señorita” se sentara con él. Él era así. Pidió whisky del caro, todos salían de la misma garrafa… y no lo pagaría. Rechazó la papelina que le ofreció el camarero. Volvió a palpar el bolsillo de la americana… Seguía igual. Consumió como un príncipe árabe. Por seis veces rellenaron las copas, las mismas que rechazó, con dolor, ocuparse con su acompañante. Las mismas que el mastodóntico camarero le entregó las notas. Muchas veces se tentó el bolsillo de la chaqueta. El camarero no se le alejaba. Dos veces se acercó hasta la puerta. —Es para vigilar el coche. Siempre acompañado del camarero, a pesar del abrigo de pelo de camello que dejaba en la silla. Sonreía cuando volvió por terc

El abrazo

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«—Te he dicho mil veces que no quiero que vengas a recogerme al colegio  —y azorado corrió hacia el interior de la vivienda» Al salir de clase vio a su madre, avergonzado se apartó de los amigos con los que salía del aula y con indolencia se acercó a ella que le esperaba junto al utilitario. Esquivó con agilidad el beso de ella, que se perdió entre la incipiente contaminación. Subieron al coche, ella le preguntó sobre su actividad escolar. Él, sin soltar palabra, fue directamente al asiento trasero, sin siquiera intentar sentarse en el del acompañante, como hacía los fines de semana que le tocaban con su padre. Se acomodó de tal forma que no se le viera desde el exterior. Al contrario de lo que solía hacer cuando iba con su padre. Dentro del pequeño habitáculo trató de aislarse de su madre mirando un libro por el que no sentía ningún interés. Durante el corto trayecto solo respondió con silencios o monosílabos a las interesadas preguntas de ella, pendiente únicamente de no ser visto po