LA LARGA ESPERA


Una larga espera para una lectura que resulta corta.

Un telegrama anunciando a Louis Vignon la muerte de un buen amigo le destapará su particular caja  de Pandora y un torbellino de sucesos se precipitaran a raíz de ello. Así se inicia la trepidante acción que el lector de «La larga espera» seguirá hasta el final.
No me resulta extraño que esta novela fuera galardonada, y no solo por ser   obra de un autor laureado, como le es J. S. Roy, sino por la calidad de la literatura que se respira desde sus primeras líneas. Es un escrito ampliamente documentado tejido a base de un florido y extenso vocabulario con el que teje una magnifica trama, sin desperdiciar la oportunidad que le brinda la novela de hacer alguna reivindicación social.   
No soy amigo de encasillar las obras en conceptos arquetípicos. Toda obra, como su autor, es un mundo, un universo que se resiste al rígido encasillamiento en esos conceptos a los que nos tienen acostumbrados, para evitar que nos explayemos demasiado  a la hora de comentar alguna obra.
Ahora bien, si me preguntan si es una novela gótica, les responderé que, a mi juicio, contiene casi todos los elementos de ese género literario, al igual que posee los de las narraciones de intriga y suspense  —evitemos denominaciones anglicistas—, también está preñada de los principios de los relatos de terror. Sin olvidar que algunas de sus acciones están motivadas por causas que podríamos denominar románticas.
Es el fruto de la fecunda imaginación de su autor, que nos relata las peripecias que, a raíz del anuncio de la muerte de su amigo, vivirá el protagonista: Louis Vignon, por emplear uno de sus nombres, cuando adelantemos en la lectura encontraremos el que le corresponde por nacimiento.
Su primera parte se ambienta en un Paris que nos resulta extraño por lo lóbrego del escenario, sin más luces que la de un importante incendio que pondrá en un brete al protagonista, y por tanto, muy apartado del Paris «ciudad de la luz» de los folletos turísticos. Transcurre cuando la segunda revolución industrial está empezando a dar sus pasos allá por el  último tercio del siglo XIX
En ese sombrío Paris donde un hampa de cuello duro se vale de cualquier medio para hacerse con el liderazgo de la prensa escrita, en medio de una vorágine de sucesos inexplicables, que la maestría del autor maneja a través de los personajes y  un peculiar narrador, que nos cautivara hasta conseguir que la lectura se torne absorbente e inaplazable, para desvelar sus misterios solo al final.
La historia nos narra el recorrido vital del protagonista, primero por un sombrío escenario capitalino, para pasar, en su segunda parte, a la Francia meridional, donde apuesta por volcarse en unos personajes adornados por la sencillez y la rusticidad, que  harán que nuestro héroe deposite su confianza en esa humanidad tan distinta de la que frecuentaba y, ayudado por ellos, se plantee dar remedio a un problema que los acecha desde la noche de los tiempos.   
Cuando el lector alcanza el final de esta atrayente novela lo hace con la pesadumbre de que concluye algo que mantuvo cautiva su atención durante unas horas que se le han hecho cortas. Ha encontrado cumplida explicación a todos los misterios que lo acompañaron en la lectura… pero hubiera querido que la obra se alargara… querría que se prolongara aquella sensación de vivir en una misteriosa Francia de 1874 y siente que el disfrute haya concluido.
No obstante quien suscribe cree que el autor le ha dado a la obra la medida justa… aunque también espera que su feraz pluma nos obsequie, pronto a ser posible, con otra obra tan seductora como «La larga espera», por la que felicita sinceramente a J. S. Roy.   

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