RESEÑA DE «ZARZAL BAJO LA MAR»





RESEÑA DE «ZARZAL BAJO LA MAR»

Magia, delicadeza, misterios susurrantes y la búsqueda del ser humano.

El título de «Zarzal bajo la mar» ya impele, por si solo, a su lectura y ese impulso, si lo seguimos, no nos defraudará.
Se inicia con un breve y delicioso relato, que  ya nos llegó en las páginas del Heraldo de Aragón: «Un sueño largo tiempo olvidado» que nos sumerge en un ambiente que nos desplaza entre lo vivido, lo soñado y lo que desearíamos soñar. Es una sensación que nos acompañará durante la lectura de toda la obra.
Su contenido es heterogéneo y fascinante, nos presenta los amores y desamores de Creta y Devon en el relato que da nombre a la obra, nos recrea con algo tan peculiar como la gaita de boto, rescatada del olvido y alrededor de la que giran dos relatos: «Sopla que sopla» ganador del primer certamen literario de la Asociación Cultural Bente D´abiento en 2017 y algo más abajo «Aprender es recordar» que quedó finalista en la segunda edición. En el primer relato se apuesta por una entrañable búsqueda, que no quedará muy claro si el objeto es la gaita o el propio individuo, búsqueda que subsiste en el segundo relato, pero en esta ocasión el instrumento renace en una ciudad orwelliana de manos de una familia que indaga la humanidad que encierra el instrumento.
Es una constante en los relatos la huida del consumismo y la apuesta por la conservación respetuosa de la naturaleza, sin que para ello se empleen las tópicas frases altisonantes y huecas de contenido, todo lo contrario con la delicadeza y la dulzura de quien la ha observado de cerca, la respeta y mantiene un cordial intercambio, que rechaza el mercantilismo al que asociamos el progreso. Búsqueda que la transciende hasta llegar a un humano libre de los aditivos que el márquetin le ha introducido.
«Amarukancha, la colina de los recuerdos» una ingenua excursión nos llevara a un atropellado periplo onírico que nos dejará sin respiración, para pasar al delicioso reencuentro de Ivanovich en «Claroscuro, la canción del Atamán», que continuara con la sencillez, que no simpleza, de los relatos integrados en el apartado «Fabula», donde hay que destacar «La última lección…»
«Nieve en la ciudad» a través de escasos renglones aboga por el espectáculo natural, que dejamos para asistir al adiós del «Ocaso» y el homenaje a Zaragoza de la «Ofrenda». 
Parece como si J. S. Roy tratara de suscitar el interés del lector a fuerza de exponer su alma, como dice Álvaro Gisbert en «Al final de la estación», otro peregrinaje a los orígenes, la obsesiva búsqueda de la autenticidad de este relato tiene su réplica en el siguiente relato, el último de esta entrega, «El durmiente» donde la búsqueda se convierte en sobrecogedora y en la que el lector debe tratar de dar a su lectura el mismo ritmo que J. S. Roy le dio al escribirlo y disfrutara de una experiencia psicodélica con todo el colorido, ilusiones y hasta alucinaciones que su imaginación sea capaz de dibujar. 
En esta obra, si hay que resumirla, podemos decir que enlaza magia, delicadeza, misterios susurrantes y la búsqueda del hombre, a través de un lenguaje rico, variado y colorido, y que despierta en el lector atento los sentimientos que pretendió el autor.

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